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viernes, julio 08, 2011

El sentido de la honestidad

Es muy probable que mis cuentahabientes (a quienes les debo dinero desde hace mucho rato) sean los primeros en decir con qué moral, Rodrigo habla de honestidad. Reconocer que les debo y tener la convicción de que les voy a pagar, creo que es un acto de honestidad, que no les he saldado la deuda es por aquello, que llaman los especialistas en el  tema: asfixia económica. Era necesario hacer la claridad de lo personal, porque hablar de honestidad es quizás más allá de respetar lo ajeno.
En estos días un taxista nos dictó cátedra en honestidad en Cartagena de Indias, no sólo el buen acto de fe al devolver 11 millones de pesos a un despistado pasajero, quien necesitaba el dinero para temas de su salud, sino porque sobrepuso sus necesidades y las del dueño de la plata. El taxista pudo pensar: “me gané la lotería, pago deudas y le compro el computador que tanto me pide mi hijo”. El hombre de buen ejemplo analizó: “mis necesidades quizás son mucho menos apremiantes de las del dueño de los 11 millones de pesos”.  Y ese acto de buena fe, de entender que lo ajeno es para su dueño, además de tener bien claro que lo  encontrado no es de uno, sin antes dar la oportunidad a quien lo perdió recuperarlo, son quizás los mejores ejemplos de honestidad.
Y la honestidad va más allá de estos buenos ejemplos, todos nuestros actos y aptitudes en lo laboral, en lo profesional, en lo familiar, en lo ético, incluso en lo coloquial siempre deben tener el ingrediente de honesto, me limitaré a citar un ejemplo para entenderlo mejor: si mi trabajo es un servicio que representa beneficio y estoy consciente de eso, ni importa lo que gane, siempre daré lo mejor de mi trabajo; pero cuando clasifico las bondades de mi trabajo por ganar más dinero, es muy probable que estoy incurriendo en deshonestidad y eso pasa en todas las profesiones. Con esto no quiero decir que un servicio más costoso tiene que ser igual a uno de menos valor; lo más costoso tiene más ventajas, esa es la pequeña diferencia. Mientras que el otro, por no tenerlas, no quiere decir que no sea bueno y no se entregue con el mismo amor de servir. Y así podría enumerar muchos casos. Todos sabemos cuándo somos honesto con nuestras acciones, ahí te dejo la reflexión.
Para cerrar voy a referirme a una reiterada situación que en lo profesional me ha sucedido y quizás no aprendo de las experiencias, y por creer que me estoy moviendo en un escenario de honestidad termino repitiendo la historia.  En muchas oportunidades he sido llamado a convocatorias laborales o de servicios; me esmero por presentar buenos trabajos, como es lógico porque quiero ganar.
En algunos casos siento que he sido utilizado y lo peor plagiado con las ideas aportadas, pero como no tengo pruebas para demostrar lo contrario acepto que las similitudes existen pero me queda una gigante duda. En estos casos recomiendo que cuando haya que tomar una decisión sobre una propuesta, se debe escoger la mejor y con un elemento clave, que sea original y  no guarde similitud con todas las que participan, creo y estoy convencido que si actuamos así, también hacemos un importante aporte al sentido de la honestidad.


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