Revista el Metro

http://www.revistaelmetro.com/metro/index2.html

TRM OFICIAL EN COLOMBIA

DE ACUERDO AL ARTÍCULO 88 DEL DECRETO 2685/99 la TRM aplicable al periodo comprendido entre el 11 y el 17 de Septiembre del 2015 es TRM para el 11 de Septiembre de 2015: $3.080,573

domingo, marzo 06, 2011

100% cierto !!!

Ellos tienen el mar

 
Tomas un avión en Bogotá y una hora más tarde llegas a Cartagena luego de haber pagado doscientos mil pesos más que a cualquier otro destino nacional. Los cartageneros todo lo pueden porque tienen el mar.

Ellos tiene el mar, por eso se les coló Salvo Basile, por eso no hay taxímetros y la carrera mínima cuesta cinco mil (seis mil para el turista). Por eso medio mango cuesta dos mil pesos y mil quinientos al día siguiente. Es por ser dueños del mar que un vendedor ambulante vende por igual cho co latinas Jet pequeñas y co caína al menudeo.

Ellos tienen el mar y saben sacarle rentabilidad, porque uno hace lo que sea por conocerlo. Por eso cobran cuarenta y cinco mil pesos por un pargo rojo faméli co (guardo la factura) cuando lo úni co que tienen que hacer para conseguirlo es estirar la mano. Cuesta mas comerse un pescado en la playa de Cartagena que en el pico más alto de la Cordillera de Los Andes.

Ellos tienen el mar y los billetes más gastados de Colombia. Todo billete que dan de vueltas en Cartagena es viejo, de colorado, pasado por agua del mar, del mar que poseen y que les da licencia para hacer lo que quieran. En ningún otra ciudad del país reciben los billetes co n los que se vuelve de Cartagena.

Y un paseo en coche es visto co mo si fuera lo más romántico del mundo. Cómo va a ser posible, con esos caballos, que no es lo mal alimentados que estén, sino lo tristes que lucen. En Cartagena nadie se preocupa por la depresión de sus caballos. Y para qué, si tienen el mar.

Ellos tienen el mar, y prostitutas, y aguas negras, y metros cuadrados a doce millones. Todo conviviendo co n alguna feria, un festival literario, un reinado, una convención de vendedores de alfombras.

Cartagena es una ciudad con la economía deformada donde nadie sabe cuánto cuesta nada en realidad. La realidad es una cosa incierta y nadie en el mundo se ha dado cuenta, solo los cartageneros; eso es lo único bello que tiene la ciudad. Allá se puede en contrar una cerveza a doce mil pesos, y dos cuadras después una papa rellena del tamaño de una pelota de softboll a setecientos.

Yo le tenía respeto a su alcaldesa hasta que dijo que Cartagena era la ciudad más bonita de América. Lo dijo al micrófono frente a no menos de cinco mil personas sin que le doliera el alma. ¿A qué municipio pertenece Bazurto entonces?

Lo que demuestra Cartagena es que un pobre puede ser igual de ladrón a un ri co si se le da la oportunidad.

De niño a co mpañaba a mi abuela a Cartagena para que solucionara problemas con la pensión de mi abuelo. Al final del día me llevaba a la ciudad amurallada a comer helado. Eran otros tiempos, tiempos en los que todo era (más) caótico y sucio, con pequeños almacenes desordenados y sin aire a condicionado, tiempos en los que el cacha co más cercano estaba en el Hilton. Cartageneros de clase media y baja vivían dentro de las murallas en casas señoriales y destartaladas. De tarde sacaban sus mecedoras y sus vitrolas y se ponían a hablar co n los vecinos. Vivir era sencillo, barato.

Pero llegaron los turistas, los hoteles y todo cambió. Los ciudadanos originales se fueron, muchos de ellos al Cerro de la Popa. Tengo entendido que fue Gloria Zea la primera persona en co mprar una casa de esas y reformarla, es decir que además de haber traído al mundo a Fernando Botero Zea es también responsable de haber vuelto el centro amurallado en una tierra de nadie.

Usted que ha ido a Cartagena, ¿no se siente triste cuando camina por esas calles porque intuye que no son suyas, pero al mismo tiempo ignora a quién pertenecieron antes? ¿No siente que a la historia del turismo de la ciudad le falta algo por contar? Se nota en el ambiente que algo no está bien, que alguien se aprovechó de alguien. Son calles huérfanas.

En este Hay Festival que terminó confirmé lo que sospechaba desde años atrás: me deprimen los encuentros de escritores porque siempre quise ser uno (ahora sé que nunca lo seré), pero no quiero parecerme a ellos. No quiero volverme un señor de falsa modestia, repleto de ego y cara trascendental cuando lo único que hago es poner una c junto a una a, una s y otra a para escribir casa.

Es un festival entretenido, pero elitista, hecho en recintos para apenas cientos de personas. Quienes asisten son los mismos bogotanos de clase alta de siempre que se trasladan a Cartagena para justificar su deseo de irse de fiesta. ¿Cuántos iríamos al Hay si se hiciera en Ipiales?

No quiero ser escritor, tampo co quiero a los estudiantes de periodismo detrás mío, tratándome co mo si fuera yo un regalo de dios cuando no soy mas que un ser humano que al igual que ellos defeca tres veces al día y trata de ganarse la vida, que es más complicado que ganar dinero.

Peor aun, odiaría terminar como Pola Oloixarac, una escritora argentina que en charla pública le preguntó a la mexicana Guadalupe Nettel si escribía de pie o sentada. No es que la pregunta haya sido idiota, sino que Pola no vio que lo realmente revelador era si lo que la Nettel hacía sentada o parada era orinar.

Cartagena resiste todo, hasta conferencias tontas, porque tiene el mar. Por eso espero que ese mar que tan gentilmente la arropa se la trague pronto.

No hay comentarios.: